martes, 19 de diciembre de 2017

¿Eres zorro o tigre?

Cuentan que un importante empresario -llamado Robert- se encontraba de cacería por Rusia y se encontró con un espectáculo que le sorprendió: un zorro, que había perdido dos de sus patas, reposaba tranquilamente al pie de un árbol, disfrutando de su sombra y de la brisa fresca de primera hora de la tarde.
Preguntándose cómo era posible que un animal incapaz de valerse por sí mismo pudiera tener tan buen aspecto, decidió ocultarse entre la maleza para observar de qué extraño modo se alimentaba el animal mutilado.
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Al cabo de unas horas, unas pisadas sobre las hojas secas lo pusieron en alerta: algo o alguien se acercaba. Para su sorpresa, vio aparecer en el claro a un espectacular y vigoroso tigre… Y estuvo convencido de que iba a presenciar el fin del zorro. Pero se equivocaba. Al cabo de unos segundos pudo comprobar que el fiero felino llevaba entre sus dientes un pedazo de carne, que dejó a los pies del zorro… Y después desapareció.
Estaba atónito: ¡Ese era el secreto del zorro! ¡Así se alimentaba! Dios había dispuesto que otro le facilitara el alimento del que precisaba… Era fantástico. En ese momento vinieron a su mente sus interminables jornadas de trabajo, sus múltiples preocupaciones, sus noches de insomnio a causa de los nervios y los problemas… Y decidió dejarlo todo y vivir plenamente confiado en la bondad del Señor..
Lamentablemente, la zona en la que se encontraba no sabía lo que era la prosperidad, y los habitantes de los pueblos cercanos sufrían una vida de penuria que no les permitía compartir lo poco de lo que disponían pues carecían de lo mínimo para cubrir sus necesidades básicas. Así que, al cabo de unos días, empezó a sufrir el hambre y disgustado, Robert se enfrentó con Dios:
– Aquí estoy, a las puertas de la muerte, dolido y cansado, por seguir el ejemplo que me diste con la escena que presencié… ¿Cómo me haces esto? Lo he dejado todo, he abandonado cuanto tenía y me he fiado de ti… Y tú me has fallado.
Para su sorpresa, una voz retumbó como un trueno… Era Dios, que le respondió:
– Lo que quiero, hijo mío, es que dejes de hacer el imbécil. ¿Dónde está tu mutilación, tu incapacidad? Te he dado inteligencia, salud, educación, oportunidades y medios… Mira a tu alrededor… ¡No tenías que seguir el ejemplo del pobre zorro! ¡Tú eres el tigre!
En nuestras manos está. Quejémonos menos y hagamos más. Un mundo mejor es posible, si realmente queremos.
Relato extraído del blog de Joaquín Muñoz Traver

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